SAN BARTOLOME

San Bartolomé, un desierto siempre habitado que invita a la meditación. Un lugar, tal vez mágico como defienden algunos, pero en cualquier caso donde los visitantes se encuentran a sí mismos, donde no hay lugar para lo banal, donde muchos encuentran las respuestas esenciales para sus vidas. Al abrigo de sus rocas naturales, y posteriormente entre los muros de piedra de su ermita, desde tiempo inmemorial los hombres han hallado el camino para superar sus miedos, sus limitaciones, sus miserias. Da igual lo que se diga o lo que se escriba sobre este lugar, para conocerlo debes pasar una noche sólo resguardado en su majestuoso cañón, dicen que no se olvida.

NO OS VAYÁIS

Cuántas batallas han visto
los ríos que a ti te sangran,
cuántos amores marchitos
tus olmedas guardan.
En otoño los barbechos,
en invierno una gran sábana blanca,
primavera verdes campos
y el rastrojo de verano
singularizan tu casa.
Tus hombres desterrados en el tiempo,
por varios siglos ya
apartados de la Historia,
levantan tierras extrañas,
culturizan otros pueblos
añorando aquella casa
que de niños recorrieron
hasta caer en la cama
agotados de ese júbilo
que da nuestra madre patria.
Castilla, pueblo con nombre,
guerrero, orgulloso, altivo,
sufridor de sus triunfos y desgracias,
hacedor y no hablador,
trabajador sin cuartel
que nunca se da importancia.
Hombres duros habitan tus tierras
que callados año tras año labran
recogiendo las cosechas
que por cuatro perras te arrebatan.
Algún día se llegará al límite
de tu paciencia inhumana,
se levantarán tus hombres
hartos de tanto cantamañanas,
dejarán de irse los jóvenes
y los gritos de los niños
llenarán la meseta castellana.
26-10-87